VEHEMENTEMENTE
Vehemente es una palabra que me gusta y su significado tambien. Demostrar vehemencia es poner ganas a las cosas, poner interés, pasión, es estar vivos ... Como en todas las cosas, hay que saber utilizar la vehemencia, hay que saber ser vehemente y ..., ¡por supuesto!!, en todos los aspectos de la vida..... vehementemente.
miércoles, 2 de enero de 2013
EL PARTO DE UNA LAGARTIJA (CUENTO)
"El parto de una lagartija"
Si has tenido niños, (o eres uno), y has sufrido el "síndrome del veterinario", incluyendo algún funeral en la taza del water por un pez de colores, esta historia te hará reír a carcajadas!
resumen: tuve que llevar la lagartija de mi hijo al veterinario.
Esto fue lo que ocurrió:
una noche, justo después de cenar, apareció mi hijo para decirme que a una de las dos lagartijas que tenía prisioneras en su habitación le pasaba algo raro. "Está tumbada y parece enferma" me dijo. "te lo digo en serio, papi. ¿Me puedes ayudar?"
Puse mi mejor cara de sanador de lagartijas, y le seguí hasta su habitación. Efectivamente, una de las dos lagartijas estaba tumbada boca arriba, y parecía muy nerviosa. Supe inmediatamente qué hacer.
"Cariño, ven y mira la lagartija"
"¡Dios mío!" exclamó mi mujer. "Está dando a luz."
"Qué?" preguntó mi hijo. "Pero si se llaman Bert y Ernie , mami!"
Yo me quedé igual de estupefacto.
"¡Oye, cómo puede pasar esto? Creí que habíamos acordado que no queríamos que parieran". Le dije a mi mujer, acusadoramente.
"Ya, pero y qué quieres que hiciera, ¿ponerles un cartel en la jaula? me respondió. (Me pareció que lo decía con mucho sarcasmo!)
"No, pero se supone que debías haber comprado dos machos!"
"Exacto, Bert y Ernie !" mi hijo me apoyaba.
Para entonces, el resto de la familia ya estaba allí, a ver qué pasaba. Me encogí de hombros, tratando de sacar el mejor provecho de la situación.
"Chicos, esta va a ser una experiencia fantástica" les dije: "estamos a punto de ser testigos del milagro de la vida"
"Oh, animal!" me chillaron.
Escudriñamos al paciente con detenimiento, y después de mucho esfuerzo, vimos cómo algo parecido a una pequeña pata aparecía brevemente, volviendo a desaparecer tras un segundo escaso.
"No parece que estemos mejorando esto mucho," comenté.
"viene de pié," susurró mi esposa, horrorizada.
"Haz algo, papi!" urgía mi hijo.
"vale, vale." Delicadamente, pillé la pata a la siguiente vez que apareció, y tiré de ella con suavidad. Pero volvió a desaparecer. Lo intenté varias veces más, con el mismo resultado.
"Llamo al 112?" sugirió mi hija mayor.
"A lo mejor nos ayudan en el parto." (Te imaginas la escena, rodeado de mujeres?)
"Vamos a llevar a Ernie al veterinario," dije seriamente. Nos metimos en le coche, mi hijo llevaba la jaula sobre sus rodillas.
"Respira, Ernie , respira," decía para animar a la lagartija.
El veterinario se llevó la lagartija a la sala de exploración, y observó detenidamente al animal con una gran lupa.
"Qué piensa doctor, ¿quizá una cesárea?" le sugerí, científicamente.
"Esto es muy interesante" murmuró el vete de repente. Señor y Señora Cameron, ¿puedo hablar con ustedes en privado un momento?
Tragué saliva, y le indiqué a mi hijo que saliera con un movimiento de cabeza.
"¿Ernie está bien?" preguntó mi mujer.
"Está perfectamente," nos aseguró el veterinario. "esta lagartija no está de parto..de hecho, eso nunca ocurrirá. Ernie es un macho. Vea, Ernie es un macho joven. Y de vez en cuando, según va llegando a la madurez, como muchas otras especies...pues....vaya....que se masturba.
Justo como acaba de hacer, tumbándose de espalda". Se puso colorado, mirando de reojo a mi mujer.
Nos quedamos en silencio, tratando de asimilar aquéllo.
"O sea que Ernie está..está...simplemente... . . ... excitado," concluyó mi mujer.
"Exacto," replicó el veterinario, aliviado porque lo habíamos entendido.
De nuevo el silencio. Hasta que mi maliciosa y cruel mujer empezó a sonreír, a reírse por lo bajo, un poco más alto. Y al final a carcajadas. Le caían lágrimas por la cara. "Es que...me viene a la cabeza la imagen de verte tirando de...... su... pequeña....." tuvo que parar a coger más aire para la siguiente carcajada.
"¡Ya vale!," le advertí. Le dimos las gracias al veterinario y salimos de allí a toda velocidad, metiéndonos en el coche.
Mi hijo estaba muy contento de que todo hubiera ido bien.
"Sé que Ernie te está realmente agradecido por lo que has hecho, papi," me dijo.
"Oh, no sabes cuánto," apostilló mi mujer, casi ahogándose de risa.
Dos lagartijas: 140 €.
Una jaula: 50 €.
Veterinario: 30 €.
El recuerdo de tu marido tirando de la picha de una lagartija:
No tiene precio!
Moraleja de esta historia: Pon más atención en las clase de biología.
Las lagartijas ponen huevos.
martes, 13 de noviembre de 2012
TENER ILUSIONES …¿ES MALO?
TENER ILUSIONES …¿ES MALO?
No hay manera de entender por qué pensamos en el concepto de ilusión, si no damos por sentado que la estupidez humana no es un pensamiento mal “enfocao”, sino una manera de razonar, tan válida y fructífera como cualquier otra. Creo que los estúpidos, como todos los demás, pueden/podemos tener ilusiones, aunque por ello nos/les llamen: estúpidos.
El inocente es un individuo que suele caer con facilidad en la ilusión, por la simple razón de que se encuentra gozoso al sentirse ilusionado. Su ilusión será seguir teniendo ilusiones.
En la ilusión siempre hay una parte importante de engaño y éste se suele producir, cuando no es deliberado, por inocencia o por credulidad, que son respuestas humanas que están separadas entre sí por unos matices de significado muy poco relevantes.
A diferencia del inocente- persona que es simple, fácil de engañar y está falta de malicia -, el crédulo (se lo cree todo con suma facilidad) es un individuo totalmente incapaz de reconocerse proclive a la ilusión y, por lo tanto, el crédulo no imagina la eventualidad del error. El crédulo se lo traga todo. Todos los crédulos son un poco inocentes, pero no todos los inocentes son crédulos.
La ilusión, en estrecha relación con la credulidad, es el arma secreta de la religión. Un religioso debe ser muy crédulo con lo que le enseñan y al mismo tiempo debe aprender aquello que le explican, teniendo mucha ilusión. Con el tema religioso me considero un incrédulo ilusionado.
El Credo quia absurdum ("Creo por que es absurdo")de los católicos, que propone la renuncia voluntaria al sentido común y a la autonomía racional como vía para alcanzar la fe, no es muy distinto, en esencia, de los fanatismos ideológicos o de aquella forma de perturbar que proponían los italianos (fascistas) cuando aconsejaban a sus militantes: Non pensì, il Partito pensa per te! . También en este tipo de enajenación hay cierto goce cuyo fundamento último está en la humana inclinación por sentirse ilusionado por algo: en última instancia, la ilusión de que —por fin— no es preciso tener que pensar.
Veo que el mayor estrago humano que causa la ilusión, se produce cuando a la inocencia de uno se suma la credulidad del otro. Cuando estas dos conductas se combinan tiene lugar una catástrofe. Por ejemplo como ocurre en la estafa, en cualquiera de sus manifestaciones: la trampa de toda estafa se auto-alimenta con la extraña complicidad que se establece entre el estafador y su estafado.
Es habitual, también, en los intercambios comerciales y en las llamadas “transacciones financieras”. Una ilusión movilizaba a los que prestaban dinero a mansalva con la confianza de que, tarde o temprano, otros llegarían para cubrir la inevitable caída libre del mercado; y otra ilusión —especulativa — movía a quienes contraían las deudas pensando que se podía salir de la indigencia por obra y gracia de algún batacazo y, sobre todo, sin producir bienes tangibles. Son ilusiones económicas.
Otro tema seria la combinación de la inocencia y la credulidad, ambas con relación a una ilusión compartida, es aún más devastadora en las relaciones amorosas, donde se configura como una especie de folie-à-deux (locura compartida). Evidente es que en este contexto hay un inmenso goce, como también es obvio que en el enamoramiento, la seducción del otro —y el sentirse seducido por el otro— consuma la mayor de las ilusiones, aunque la experiencia universal pruebe que el estado beatífico del enamorado - que está en un estado de calma, paz espiritual y felicidad - es necesariamente perecedero y volátil. Incurrimos en el amor desenfrenado solo porque, en el mismo momento en que nos sentimos enamorados, olvidamos que esa beatitud será pasajera.
Es imposible llegar a conocer la estupidez de todos los amantes cuando les asoma, en toda suerte de representaciones y proposiciones, las características del discurso amoroso. Ya lo decía el Gaucho Martín Fierro: “¡Es zonzo (soso) el cristiano macho cuando el amor lo domina!”.
El amor es el territorio natural de todas las ilusiones, también es la pasión que hace placentera la estupidez. Por consiguiente, el amor no es tanto una enfermedad de la razón, como piensan los racionalistas, sino la prueba de la fragilidad de la razón frente a la ilusión. Es envidiable tener la razón frágil cuando el motivo principal de ello es gozar de un amor que además ilusiona.
sábado, 22 de septiembre de 2012
EL TRIUNFO DE LOS MEDIOCRES
El triunfo de los mediocres
Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica, va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo. Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas urgentes o una huelga general. Reconocer que el principal problema de España no es Grecia,
el euro o la señora Merkel. Admitir, para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre. Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente. Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo q
ue hagan. Porque son de los nuestros. Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado natural de las cosas. Sus excepciones, casi siempre reducidas al deporte, nos sirven para negar la evidencia.
Mediocre es un país donde sus habitantes pasan una media de 134 minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente basura. Mediocre es un país que en toda la democracia no ha dado un presidente que hablara inglés o tuviera mínimos conocimientos sobre política internacional. Mediocre es el único país del mundo que, en su sectarismo rancio, ha conseguido dividir incluso a las asociaciones de víctimas del terrorismo. Mediocre es un país que ha reformado su sistema educativo trece veces en tres décadas hasta situar a sus estudiantes a la cola del mundo desarrollado. Mediocre es un país que no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir.
Mediocre es un país con una cuarta parte de su población en paro que sin embargo encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles de un país vecino bromean sobre sus deportistas. Es mediocre un país donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada -cuando no robada impunemente- y la independencia sancionada. Un país que ha hecho de la mediocridad la gran aspiración nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que buscan ocupar la próxima plaza en el concurso Gran Hermano, por políticos que se insultan sin aportar una idea, por jefes que se rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad y por estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza.
Mediocre es un país que ha permitido fomentado celebrado el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad.
domingo, 16 de septiembre de 2012
EL MEJOR MAIZ (CUENTO)
EL MEJOR MAIZ
Un agricultor participaba todos los años en la principal feria de agricultura de su comarca, y lo más extraordinario es que ya llevaba varios años en que siempre ganaba en primer lugar y se llevaba el trofeo al “Maíz del año”.
Cada año llegaba con el maíz cosechado y salía vencedor portando una faja azul, recubriendo su pecho, que indicaba que su maíz era el mejor de todos. Y no solo eso, sino que iba superando a sus cosechas pasadas. Todos estaban asombrados.
Al final de la entrega de premios, los periodistas lo entrevistaron. Uno de ellos, perteneciente a la televisión, le hizo la pregunta que a todos les interesaba: ¿Cómo acostumbraba cultivar su valioso producto? ¿Cuál era su secreto?
Al agricultor no le importó revelarle su secreto: su método consistía en compartir buena parte de sus mejores semillas con sus vecinos, para que ellos también las sembraran. El periodista quedó sorprendido:
- “¿Cómo es posible que les comparta sus semillas cuando ellos están compitiendo directamente con usted?” Pero el agricultor le confirmó:
- “Bueno, es muy simple. Usted sabrá que el viento recoge el polen del maíz maduro y lo lleva de campo en campo, y eso ayuda a que sea mejor el producto. Si mis vecinos cultivaran un maíz de baja calidad, la polinización degradaría continuamente la calidad de mi maíz. Si yo quiero cultivar maíz bueno, tengo que ayudarles a cultivar el mejor maíz, y por ello les doy a ellos mis mejores semillas. A fin de cuentas es como todo: uno cosecha lo que siembra.
lunes, 10 de septiembre de 2012
EL MAESTRO
“Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?”
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
-Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después…- y haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
-E…encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
-Bien- asintió el maestro.
Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó- toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió.
Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.
Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, monto su caballo y regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
Entró en la habi
tación.
-Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
-Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
-¡¿58 monedas?!-exclamó el joven.
-Sí -replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente…
El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.
miércoles, 15 de febrero de 2012
UN CUENTO CON MORALEJA: VOLAR JUNTOS PERO NO ATADOS
Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux que, una vez, hasta la tienda del viejo brujo de la tribu llegaron, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Alta, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu.
- Nos amamos -empezó el joven.
- Y nos vamos a casar -dijo ella- y nos queremos tanto que tenemos miedo. Queremos un hechizo, un conjuro, un talismán. Algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos, que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar a Manitú el día de la muerte.
- Por favor -repitieron-, ¿hay algo que podamos hacer?
El viejo los miró y se emocionó de verlos tan jóvenes, tan enamorados, tan anhelantes esperando su palabra.
- Hay algo... -dijo el viejo después de una larga pausa-. Pero no sé... es una tarea muy difícil y sacrificada.
- No importa -dijeron los dos.
- Lo que sea -ratificó Toro Bravo.
- Bien -dijo el brujo-, Nube Alta, ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, y deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte. Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de la luna llena. ¿Comprendiste?
La joven asintió en silencio.
- Y tú, Toro Bravo -siguió el brujo-, deberás escalar la montaña del trueno y cuando llegues a la cima, encontrar la más brava de todas las águilas y solamente con tus manos y una red deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Alta... salgan ahora.
Los jóvenes se miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte, él hacia el sur...
El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves solicitadas.
El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas. Los jóvenes lo hicieron y expusieron ante la aprobación del viejo los pájaros cazados. Eran verdaderamente hermosos ejemplares, sin duda lo mejor de su estirpe.
- ¿Volaban alto? -preguntó el brujo.
- Sí, sin dudas. Como lo pediste... ¿y ahora? -preguntó el joven-
- Hagan lo que les digo. Tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero... Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres.
El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros.
El águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse.
- Este es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto. Son ustedes como un águila y un halcón; si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse uno al otro.
Si quieren que el amor entre ustedes perdure, "vuelen juntos pero jamás atados".
sábado, 4 de febrero de 2012
NO TENEMOS LA RAZON ABSOLUTA
" Una pareja de recién casados, se mudó para un barrio muy tranquilo. En la primera mañana en la casa, mientras tomaba café, la mujer reparó a través de la ventana, que una vecina colgaba sábanas en el tendedero.
- ¡Qué sábanas tan sucias cuelga la vecina en el tendedero! Quizás necesita un jabón nuevo...¡Ojalá pudiera ayudarla a lavar las sábanas!.
El marido miró y quedó callado.
Y así, cada 2 o 3 días, la mujer repetía su discurso, mientras la vecina tendía sus ropas al sol y al viento.
Al mes, la mujer se sorprendió al ver a la vecina tendiendo las sábanas limpitas y dijo al marido:
- Mira, ella aprendió a lavar la ropa. ¿Le enseñaría otra vecina?
El marido respondió:
- ¡No, hoy me levanté más temprano y limpié los cristales de nuestra ventana!.
Y la vida es así. Todo depende de la limpieza de la ventana a través de la cual observamos los hechos.
Antes de criticar, quizá sería conveniente verificar si hemos limpiado el corazón para poder ver más claro, entonces podremos ver claramente la limpieza del corazón de los demás."
sábado, 24 de diciembre de 2011
LA AMBICION ES PELIGROSA
LA AMBICIÓN ES PELIGROSA.
Hoy, a las cuatro de la madrugada y después de una magnifica cena y entrañable sobremesa con mis amigos, me he acordado de un cuento que me contó una amiga que estuvo en Bulgaria no hace mucho. El cuento popular búlgaro, de forma sucinta dice: Un anciano rey quiso compensar y premiar a un campesino por haberle salvado la vida. El regalo consistía en todo el terreno que pudiera recorrer desde la salida del sol hasta el crepúsculo. Nervioso el campesino y sin haber podido dormir la noche anterior, se puso a correr como un desesperado justo tras la salida del sol, cruzando bosques, campos, barrizales, etc., sin preocuparse ni del hambre, la sed, el calor. No paraba. Ni siquiera un instante para darse un respiro. Dejaba pasar las maravillosas vistas del paisaje, ignoraba a los animales, no contemplaba los ríos, las montañas, no disfrutaba del día, … A medida que transcurrían las horas, aceleraba el paso, con el afán de conseguir el máximo de terreno posible. Cansado y casi agotado, aceleró más el paso al comprobar que el sol empezaba a descender en el horizonte. Y cuando el sol empezó a esconderse detrás del horizonte, el campesino redobló su marcha para conseguir unos pocos metros más de tierra. Escondido totalmente el sol, el campesino se detuvo y cayó derrumbado, con las manos estiradas para no perder ni un solo milímetro de tierra. No se levantó. La carrera lo había matado. En ese momento paso un viejo monje que le dijo: “Ay campesino!.. ¿para que necesitabas tanta tierra si con un par de metros tienes suficiente para tu eterno reposo. La ambición es peligrosa, es muy peligrosa”.
Hoy, a las cuatro de la madrugada y después de una magnifica cena y entrañable sobremesa con mis amigos, me he acordado de un cuento que me contó una amiga que estuvo en Bulgaria no hace mucho. El cuento popular búlgaro, de forma sucinta dice: Un anciano rey quiso compensar y premiar a un campesino por haberle salvado la vida. El regalo consistía en todo el terreno que pudiera recorrer desde la salida del sol hasta el crepúsculo. Nervioso el campesino y sin haber podido dormir la noche anterior, se puso a correr como un desesperado justo tras la salida del sol, cruzando bosques, campos, barrizales, etc., sin preocuparse ni del hambre, la sed, el calor. No paraba. Ni siquiera un instante para darse un respiro. Dejaba pasar las maravillosas vistas del paisaje, ignoraba a los animales, no contemplaba los ríos, las montañas, no disfrutaba del día, … A medida que transcurrían las horas, aceleraba el paso, con el afán de conseguir el máximo de terreno posible. Cansado y casi agotado, aceleró más el paso al comprobar que el sol empezaba a descender en el horizonte. Y cuando el sol empezó a esconderse detrás del horizonte, el campesino redobló su marcha para conseguir unos pocos metros más de tierra. Escondido totalmente el sol, el campesino se detuvo y cayó derrumbado, con las manos estiradas para no perder ni un solo milímetro de tierra. No se levantó. La carrera lo había matado. En ese momento paso un viejo monje que le dijo: “Ay campesino!.. ¿para que necesitabas tanta tierra si con un par de metros tienes suficiente para tu eterno reposo. La ambición es peligrosa, es muy peligrosa”.
domingo, 11 de diciembre de 2011
UNA TRISTE HISTORIA
UNA TRISTE HISTORIA
Hoy, sin merecérmelo, he recibido un regalo sorpresa. Me he dado cuenta de lo mal que me porté hace unos meses.
Te habías largado, estaba solo, apareció ella. Se portó muy bien conmigo... no, se portó insultantemente bien conmigo.
Tan bien que yo vivía en una balsa de aceite sólo por el mero hecho de saberle en mi vida. Me dio tranquilidad, calma, paz, felicidad y el sosiego que necesité en esos momentos. Me apaciguó, secó mis lágrimas, me llamaba noche tras noche sólo para confirmar que mi respiración tenía el ritmo adecuado porque, aunque yo no decía nada, o casi nada, ella sabía interpretar mis latidos, mis suspiros, mis silencios. Siempre ha sabido. Peleaba por una sonrisa mía hasta la extenuación y si no la conseguía, lo intentaba de nuevo, no dejaba de intentarlo.
¡Qué grandísima diferencia entre vosotras! Tú no dijiste "adiós" y ella no dejaba de decirme "hola". La distancia que nos separaba no importaba, ¿sabes por qué? Porque si notaba que yo no estaba bien, hacia lo que fuese para plantarse a mi lado en menos de un suspiro. ¿Sabes qué eso? ¿Qué significa? No puedo explicártelo, pero sí decirte que es lo que yo , siempre, hubiera hecho por ti. Que es lo que siempre estuve dispuesto a hacer por ti. Es lo que continuaria haciendo por ti.
Jamás me merecí tanta atención. Lo reconozco. También he de confesar que yo, en mis momentos de lucidez, tuve claro desde un principio que la situación no iba a llegar a nada, lo sabía. El caso es que empezamos a salir. Quien dice salir, dice aceptar que te digan "te quiero", porque viviendo en la distancia el termino "salir" es un concepto que no encajaba. Volvió a verme varias veces, demostrandome siempre que me quería, que esas dos palabras estaban respaldadas por algo. Yo me esforcé mucho, aunque reconozco que ni hice alguna de esas locuras que se me ocurren a mí de vez en cuando.
Y entonces, la ostia!!!!!! Llegó mi cumpleaños en mayo y volviste a hablarme, si tu, .... yo me bloqueé. Ya te habia casi olvidado, no había sido capaz de enfrentarme a tu recuerdo y lo había enterrado rápido y pronto. Me habías hecho demasiado daño, reconozco que te amé y eso es algo que no se puede hacer desaparecer así como así. Y entonces la dejé. Rapidamente. Sí, tuve el valor de dejarla por tí. ¿Te das cuenta? Tú no habías abierto la boca aún y yo ya la había dejado. Era a tí, mi querido fantasma, a quien intentaba abrazarte nuevamente.
Recé, recé todos y cada uno de los días que siguieron a mi cumpleaños para que ella no sufriera por mí y tú me quisieras por siempre jamas. ¿Sabes lo patético que me siento? Tú no habías movido ni un puto dedo para demostrarme nada y yo ya había rechazado aquél dedo que habría reordenado la galaxia entera si hubiera sido necesario. Nunca seré capaz de explicar el dolor que me causa recordar las lágrimas que sé que ella vertió por mí.
Me porté mal con ella, fatal; en esa relación era yo el que me dejaba querer... en la nuestra eres tú. ¿Y sabes? En verano, cuando no podía dormir, salía a la terraza y me maldecía por no poder amarla y me preguntaba si era eso lo que te pasaba a ti conmigo. No entendia porque no me querias y me preguntaba porque me rechazabas.
Hoy me ha enviado un regalo. Un libro. Hoy, que no me lo merezco -nunca me lo merecí-, me ha escrito esto: "Ya hace muchos meses que apareciste en mi vida para acabar siendo la parte más importante de ella. Te agradezco de corazón, todos los momentos que hemos compartido y brindo porque sean una mínima parte de lo que nos quedan por vivir. Haré todo lo que sea necesario por ti. Te quiero."
Hoy, que el viento sopla con fuerza, sigo sin merecerme nada de lo que me ocurre , absolutamente nada, y si lees esto querida, sólo quiero que te des cuenta de todo lo que hice por ti, de lo mucho que hice por ti - sin que tú me lo pidieras, claro está - y seas consciente, como yo lo soy, de que la gente que realmente nos quiere, es a la que peor tratamos. Es así.
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