La tan esperada reforma de la sanidad de Obama está a punto de votarse en el Senado. El objetivo es terminar antes de Navidad, si los republicanos no alargan el debate indefinidamente.
Con toda seguridad no contendrá una opción pública ya que los norteamericanos estan acostumbrados a la competencia.
Las bases del cambio de Obama y el ala izquierda del Partido Demócrata están intentando que no se le desintegre y no les fruste la reforma. Ello dejaria a Obama en un mal lugar.
El economista y premio Nobel Paul Krugman, que ya antes de Obama había escrito largamente sobre la necesidad de homologar el sistema sanitario de los Estados Unidos al europeo, dice que él votaría "sí", porque la historia enseña a que rehusar un acuerdo imperfecto a la esperanza de una ley mejor es la fórmula para acabar obteniendo nada de nada.
Más curioso es el caso del columnista David Brooks, que confiesa que cada día cambia de opinión pero que ahora votaría que "no".
Así están los ánimos. Cierne la idea de que Obama no ha querido o no ha sabido enfrentarse a la industria farmacéutica, y que a cambio de su apoyo|soporte ha buscado una ley posibilista.
Saldremos de dudas pronto. Es cuestión de pocos días.
