jueves, 10 de julio de 2008

SENTIMIENTOS Y EL FUTBOL ESPAÑOL


Sentimientos y el futbol español.
Soy catalán. Pienso, hablo, leo y escribo (de vez en cuando) en catalán. Conozco mi país y me gusta, le quiero. El catalán es la lengua propia de Catalunya, que proviene del latin. En el siglo X-XI ya aparecen palabras y frases enteras intercaladas en una lengua que podría denominarse catalán y el primer texto literario es de fecha de finales del siglo XII: las Homilías d’Organyà, un fragmento de una colección de sermones. Se trata, por lo tanto, de un idioma que cuenta con una larga tradición que se remonta a l’Edad Media y que debido a la expansión de la Corona d’Aragón, fue la lengua utilizada por la mayoría de comerciantes en todo el Mediterráneo occidental. Actualmente, el catalán no es una lengua muy difundida en cuanto a número de catalanoparlantes, unos ocho millones de personas, si es que la comparamos con otras lenguas. Pero yo soy un depositario de esta lengua y cultura y estoy orgulloso de ello. De todas maneras, una comunidad lingüística no merece mayor o menor respeto en función de su ocupación geográfica o cantidad de usuarios. La lengua pertenece al ámbito de la cultura, que gusta de la diversidad y no de la concentración. Y cuando una comunidad lingüística desaparece está claro que ha acontecido una tragedia irreparable para la humanidad. Ser catalán, para mí, no quiere decir ser mejor que nadie ni renunciar a ser otras cosas, como por ejemplo mediterráneo o europeo. ¿Y español? Esta es otra cuestión, difícil de responder, y contradictoria.
Si pienso en Machado o García Lorca, en “el no pasaran” o la lucha contra el pueblo francés, me siento próximo a España. Me gusta escuchar Falla o Granados; también Sabina o Gabinete Caligari. He reido mucho con Gila, con Faemino y Cansado o con las peliculas de Almodovar y Santiago Segura. Un humor genuinamente español que también me gusta. Cuando hago excursiones por los Picos de Europa , montañas de León y Galicia, Pirineo Aragonés o Navarro, Sierras de Grades, Sierra Morena, Cazorla o Albarracin, veo paisajes fantásticos, incomparables y maravillosos. Pueblos muy bonitos y particulares y una gente buena, humilde y acogedora. Y unas capitales de provincia con las mismas virtudes que su gente. Cuando como de esas cocinas tan variadas y sabrosísimas no puedo más que disfrutarlas y probarlas tanto cómo puedo: paellas, marisco, carne de caza o roja, pescados variados, sopas de ajo, potages, espárragos, vinos de máxima calidad y tantísimos más etceteras. Cuando leo a Ramon y Cajal o Severo Ochoa me doy cuenta de la grandeza de estos investigadores, los más grandes, aunque hay otros muchos de reverenciables. Me gusta leer los clásicos españoles, todos sin excepción, y me entusiasma la musicalidad y la riqueza de la lengua castellana, que también hablo, leo y escribo. Y muchas mas cosas. Cuando pienso en todo esto me siento próximo a España y le tengo una sincera simpatía, incluso estimación. Pero todo cambia cuando pienso en los imperialistas españoles, intolerantes, que reivindican la imposición por la fuerza de sus ideas excluyentes. Que pretenden la aniquilacion de otras maneras de pensar y atacan frontalmente mi lengua y mi cultura, como lo hicieron en otras ocasiones, causando miles de víctimas inocentes, como nuestros abuelos en el siglo pasado. O simplemente expoliandolos y haciendo ver que somos nosotros los insolidarios. Entonces me siento lejos de España y quiero ser sólo catalán. Muy Catalán. Si oigo a estos políticos españoles, de derechas, falsos y mentirosos, intencionadamente analfabetos, una estrategia malvada, que quieren conseguir votos enfrentando comunidades, me siento alejado de España y quiero ser sólo catalán. Si oigo a estos políticos españoles, de izquierdas, el “café para todos”, también mentirosos, más respetuosos en la forma pero insensibles en el fondo a los hechos diferenciales de todas las comunidades, especialmente la mia, me siento alejado de España y quiero ser sólo catalán. Cuando pienso en los intelectuales o artistas españoles que han sido mudos en los últimos años con ataques continuos contra todo el que significa ser catalán; cuando han preferido guardar silencio y no defendernos no fuera caso que se les cerraran algunas puertas o no los contrataran para trabajar, entonces me siento alejado de España y quiero ser sólo catalán.
Y es que cada vez tengo más claro que hay mucha gente que escucha estos ataques basados en la mentira, y no se sienten molestos ni indignados. Al contrario, pienso que a muchos de ellos les gusta oir todo esto, les seduce la idea que en Catalunya se pueda maltratar alguien por hablar castellano, una falacia que les gustaría fuese verdad. La información, en el siglo XXI, está al alcance de todo el mundo, y no me puedo creer que se pueda saber qué pasa al norte de Australia y desconocer la realidad del que sucede en Catalunya. Es simple desinterés y en muchos casos intencionalidad maliciosa. También debo reconocer que nuestros políticos no ayudan nada a mejorar las cosas, grises y preocupados por sus affairs particulares por obtener poder y con nula conciencia de país, que demuestran no quererlo .
Ahora ya no me viene de gusto viajar por España. No tengo ganas de justificarme en nada ni de dar explicaciones a quienes no quiere saber o no le importa o no sabe. Estoy harto de exigir que respeten mi lengua y mi cultura del mismo modo como yo lo hago con las otras. Es sorprendente comprobar que fuera de Catalunya, la idea de España está monopolizada por Madrid y algunos madrileños de adopción, de muy diverso origen, que piensan que ellos son España, toda España. Y es muy decepcionante, por ejemplo, ver que todas las series de televisión de alcance nacional, públicas o privadas, de máxima audiencia, muestran sólo las cotidianidades, tópicos y problemáticas de los habitantes de Madrid. Dónde están las realidades de los aragoneses, asturianos, gallegos, andaluces, extremeños, valencianos, murcianos, baleares o canarios? Simplemente ignorados. Y los centros de poder, donde se encuentran? Las razones sociales de la inmensa mayoría de empresas importantes están en Madrid. En el resto del territorio, tristes e irrelevantes sucursales. Claro está que si estas comunidades no se dan cuenta que el españolismo que dicen sentir profundamente hace tufo de madriñelismo mesetario, de imperialismo castellano, es cosa suya. Seguirán siendo invisibles a los ojos de otros españoles, tan invisibles como ellos, aunque barrigas contentas. Y de todo esto no quiero culpar al ciudadano madrileño, que en muchos casos se trata de gente buena, humilde y acogedora, como cualquier otra parte del país. Y qué me pasa cuando juega la selección española de fútbol, formada por jugadores de todas las comunidades españolas, catalanes incluidos? Pues que tengo sentimientos contradictorios. Si pienso en Machado o García Lorca, en “el no pasarán” o la lucha contra los franceses, quiero que gane la selección y lo celebro. Y si juega bien y merece ganar, todavía mejor. Pero si veo ondear la bandera no constitucional, con “el toro de Osborne”, o siento estos locutores de radio, periodistas mezquinos, prepotentes y xenófobos, pienso que estoy delante de los imperialistas españoles, intolerantes, que reivindican la imposición por la fuerza de sus ideas absolutas. Que pretenden la aniquilación de las otras maneras de pensar y atacan frontalmente mi lengua y mi cultura. Entonces quiero que la selección pierda, sin ambigüedades.
Y visto cómo han evolucionado las cosas en este país en los últimos tiempos, y la tendencia que traen, llegará un día, próximo, inevitable e irreversible, en el cual sentiré por Ramon y Cajal o Severo Ochoa el mismo que por Newton o Darwin, independientemente de su nacionalidad, sin una debilidad añadida que me los haga más próximos, algo mío. Entonces me sentiré definitivamente alejado de España y querré ser catalán, mediterráneo y europeo. Pero nada más.

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